martes, 1 de junio de 2010

6. NUEVOS CORAZONES, NUEVOS TRABAJOS.

«Criatura de Dios, fuiste creado para crear lo bueno, lo hermoso y lo santo. No te olvides de eso.»

El ego dice: «Tu valía se basa en tus credenciales. Necesitas un título universitario o su equivalente para conseguir un buen trabajo». Pero algunas de las mejores y más brillantes personas de nuestra generación se educaron más en la vida que en la escuela. La mayoría de talentos de nuestra sociedad han estado por todas partes y han hecho de todo, pero tienen pocas credenciales que lo demuestren. Nuestros logros han sido principalmente internos.
Nuestros ministerios -nuestras nuevas carreras- reflejarán estos logros internos. Expresarán una nueva integración de la mente y el corazón. Expresarán la conciencia de la gente que contribuye con sus recursos individuales a una corriente general de sanación. Crearemos estas carreras como reflejos individuales de nuestros peculiares talentos. No «encontraremos» estos trabajos; los crearemos. En la sección de ofertas y demandas de los periódicos no hay anuncios que pidan obradores de milagros ni salvadores del mundo. Las nuevas formas de empleo van emergiendo en respuesta a energías nuevas.
Carl Jung aconsejaba que se estudiara minuciosamente los cuentos de hadas o los mitos que a uno más especialmente lo habían atraído en su niñez. Cuando yo era pequeña me encantaba un cuento de hadas que se llamaba «La joven del vestido de retales». Y el argumento era el siguiente. El príncipe de un reino recorre el país en busca de novia. En un pueblo, se prepara un gran baile para que el príncipe pueda conocer a todas las jóvenes del lugar. Una de ellas quiere ir al baile, pero no tiene dinero para comprar la tela con que hacerse un hermoso vestido, de modo que se las arregla como puede: recoge los retales que les sobran a las otras jóvenes y con ellos se hace un vestido.
La noche del baile, al entrar en el salón, se siente violenta al ver lo hermosos que son los vestidos de las otras jóvenes y, avergonzada, se oculta en un armario. El príncipe llega a la fiesta, baila con todas las jóvenes presentes y, llegado cierto momento, se cansa, se aburre y decide irse a casa, pero cuando se dispone a salir del salón advierte que entre las puertas de un armario asoma un trocito de tela. Ordena a sus guardias que lo abran y allí descubren a la joven del vestido de retales. El príncipe baila con ella, la encuentra más interesante que a ninguna otra y se casa con ella.
Ya adulta, al pensar en aquel cuento entendí por qué había significado tanto para mí cuando era niña. Me reveló un arquetipo muy importante en mi vida. Yo pro baba un poquito de casi todo lo que podía ofrecerme la vida. Así jamás llegaría a tener un título, pero sí adquiriría una especie de visión general. Esa visión de las cosas llegaría a ser la base de mi carrera. Mucha gente somos como la joven del vestido de retales. Sabemos un poco de esto y un poco de aquello, y con ello no podemos obtener un título universitario de persona que anduvo por todas partes y que hizo de todo. En resumidas cuentas, no disponemos de ningún título, pero somos personas interesantes y tenemos cosas interesantes que explicar. El vestido de retales simboliza una conciencia global, de alguien que sintetiza, mientras que los demás vestidos hermosos simbolizan la conciencia de un especialista. Ambos puntos de vista son importantes en el funcionamiento de una sociedad sana.
En última instancia no son nuestras credenciales sino nuestro compromiso con un propósito superior lo que nos hace eficientes en el mundo. Los títulos sólo son importantes si creemos que lo son. Una noche cené con Bárbara, una amiga mía que es una excelente escritora. Le mencioné a un amigo que nos acompañaba y que trabaja en una editorial que Bárbara debería escribir una columna mensual en alguna de las principales revistas femeninas, algo con un título como «Perspectivas de sanación», «Noticias de la Tierra del Corazón» o algo parecido. Todos los meses podría escribir algo interesante sobre cómo el hecho de romper con el miedo y avanzar hacia el amor tiene una influencia sanadora sobre algún estado negativo, sea éste personal o social. Yo sentía que la columna podía dar esperanza a la gente.
Pero nuestro amigo de la editorial tenía un punto de vista diferente:
-Bárbara no podría hacer eso -dijo-. Ninguna revista se lo publicaría. No tiene ningún título universitario ni es una autoridad. No la verán como una voz autorizada.
Me hubiera gustado poder volverme hacia Bárbara para taparle los oídos. No quería que escuchara aquellas palabras, que creyera ese pensamiento limitado, que se cerrara mentalmente a la posibilidad de los milagros.
Recuerdo que hace años, mientras tomaba una taza de café una noche, ya tarde, como lo había hecho muchas veces, un amigo me preguntó:
-¿Cómo puedes hacer eso? ¿No te mantiene despierta toda la noche?
Pues esa vez sí que el café me mantuvo despierta toda la noche. Antes nunca había establecido una conexión consciente entre el café, la cafeína y el insomnio, de modo que jamás me había pasado. Tampoco hay necesariamente una conexión automática entre una falta de credenciales y una falta de oportunidades.
El deseo de servir a Dios crea los medios que nos permiten hacerlo. Nuestro poder no reside en los títulos o los contactos que tenemos. Nuestro poder no reside en lo que hemos hecho, ni siquiera en lo que estamos haciendo. Nuestro poder reside en ver con claridad la razón por la que estamos en la tierra. Seremos actores importantes si pensamos así. Y los actores importantes de los próximos años serán las personas que consideran que están aquí para contribuir a la sanación del mundo. En comparación con esto, todo lo demás es trivial. No importa a qué escuela hayas ido, ni siquiera si fuiste a la escuela. Dios puede usar cualquier curriculum, por más corto que sea. Puede utilizar los dones más pequeños. Sea cual fuere el regalo que hagamos a Dios, por más humilde que parezca, Él puede convertirlo en una poderosa obra en Su nombre. Nuestro mayor regalo para Él es nuestra devoción. Desde este punto de poder se abren las puertas y las profesiones florecen. Nosotros sanamos, y también sana el mundo que nos rodea.

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