lunes, 7 de junio de 2010

Descubriendo un curso de milagros .Jhon Mudny

Cambiando De Maestros(fuente www.milagrosenred.org)



En primer lugar, el perdón no es crear un problema. El perdón es soltar. El perdón es aceptar. El perdón es renunciar a la interpretación del ego la proyección de la culpa. La forma de preservar el especialismo de nuestras “relaciones especiales”, tal como el Curso denomina a las relaciones no sanadas, es no mirándolas.



La forma de seguir aferrados al pecado, culpa y temor es no mirar aquello que pensamos que es pecado y culpa y temor. Sólo mirando estas cosas podremos entregarlas al Espíritu Santo. No mirar al ego es lo que le da poder sobre nosotros.

Necesitamos la luz para desvanecer la oscuridad. No podemos ver nada si tenemos miedo de mirar.

El Curso simplemente nos pide que miremos las cosas de otra manera:

• en lugar de ver que nos traicionan,

• en lugar de pensar que hay una razón para estar celosos,

• en lugar de pensar que el insulto de alguien nos puede lastimar, simplemente observar lo que vemos sin la interpretación de nuestro ego.



Nuestro problema fundamental es que hemos confiado en el maestro equivocado. Nuestra tarea consiste en cambiar de maestro. Hemos confiado en el ego como nuestro guía el 99.9% de las veces. Pero al ego (que proviene del miedo) no nos conduce a ningún lado. Así que nuestra tarea es cambiar de guía. Esta tarea no requiere absolutamente nada excepto la buena voluntad de dejar al ego de lado. Sólo se nos pide la buena voluntad de dejar de lado, durante un instante, nuestra negación, nuestra ira, celos, impaciencia y juicios y simplemente observarlos. Sólo se nos pide tener una madurez tal que nos permita mirar estas cosas en nosotros, observarlas y reconocer que no las necesitamos. Todas provienen del ego y no nos hacen ningún bien.



La Introducción de Un Curso de Milagros nos dice que su propósito es “despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor”. Lo único que realmente hace falta es tener la buena voluntad para mirar los obstáculos que impiden la verdadera percepción. Necesitamos tener la buena voluntad para mirarlos antes de dejarlos de lado. Entonces sí podrá brillar la Visión de Cristo. No depende de nosotros decidir qué es lo que la Visión de Cristo debe mostrarnos.



Nuestra tarea consiste simplemente en tener la buena voluntad de contemplar nuestra insania. Tal como sostiene el Dr. Kenneth Wapnick, “el propósito del Curso no es el de ayudarnos a hacer de éste un mundo más amoroso. El propósito del Curso es el de ayudarnos a contemplar este mundo de una manera más amorosa”. Al hacer esto, llevamos este mundo hacia la sanación y el amor.



La Visión De Cristo



Cuando observemos las cosas tal como son en realidad, vale decir sin negar, proyectar, juzgar o condenar; cuando comencemos a alcanzar la Visión de Cristo; cuando podamos contemplar el mundo sin juzgarlo, podremos comenzar a percibir verdaderamente.

Ve a través de la visión que se te ha dado,

pues a través de la visión de Cristo Él se contempla a Sí Mismo.

Y al ver lo que Él es, conoce a Su Padre.

T-13.V.10:3



Cuando dejemos de ver a través de los ojos del ego y veamos las cosas desde el punto de vista de nuestro Verdadero Ser, todo habrá de cambiar. El miedo no existe, ya que no podemos perder o sufrir limitaciones de alguna forma. Incluso la muerte se vuelve nada.



El famoso predicador John Henry Jowett rememoró una vez su visita a un zapatero de Gales y el momento en que le preguntó si no se sentía ahogado en una habitación tan pequeña.

“No”, dijo el hombre.

Luego le pidió al predicador que lo acompañara hasta una ventana que daba al mar. “Cuando me siento cansado y ahogado, miro a través de esta ventana y me calmo”.



El Espíritu Santo nos abre una ventana que nos permite mirar hacia horizontes más amplios. Necesitamos oportunidades que nos permitan “Parar-Mirar-Escuchar”, y contemplar las cosas sin el desorden del ego. Da un paseo, sal a pescar, no pienses en nada. Lo único necesario es renunciar a nuestros intentos de inventar el mundo.



La verdadera visión es conocimiento. Cuando Martin Luther King pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño”, sus palabras fluían desde la perspectiva de la visión, no desde el sueño. King compartió con las personas las buenas cosas que había visto, no como fantasías sino como realidades vivientes. Él abrazó una visión que contemplaba las cosas de otra manera. Él eligió mirar con los ojos del amor y no con los del miedo.



La verdadera visión nos permite ver el Reino de los Cielos reflejado en la tierra, aquí y ahora. No hace falta que esperemos el Cielo. El Cielo no es algo que algún día habrá de venir. El Cielo ya está aquí para aquellos que lo contemplan.



La verdadera visión es la percepción del Espíritu Santo que ve más allá del cuerpo en dirección al espíritu. Y el espíritu es nuestra verdadera identidad.



La verdadera visión ve el perdón y la impecabilidad en todos los rincones del mundo.



Al renunciar a nuestras proyecciones, vemos las cosas tal como Jesús las contempló. Puede suceder primero en un instante santo, en un momento de claridad en el que observamos alguna parte de la creación de Dios tal como es y somos bendecidos por ella.



La verdadera visión se manifiesta cuando al mirar una situación o una persona que antes hubiéramos juzgado, permitimos que sea aquello que tiene que ser.



La verdadera visión es una experiencia de paz.

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