“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos, más allá de toda medida.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, fantástico, inteligente, fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres Hijo de Dios.
Tus papeles insignificantes no le sirven al mundo para nada.
Reducirse para que los demás no sientan inseguridad hacia ti,
no es ningún signo de inteligencia.
Nacemos para manifestar la gloria de Dios, que se encuentra en nuestro interior.
Y no somos sólo algunos; es todo el mundo.
Al facilitar el brillo de nuestra propia luz, le permitimos la misma gloria a los demás.
En cuanto nos liberamos de nuestro miedo, nuestra presencia libera automáticamente a los demás.”
jueves, 7 de octubre de 2010
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