domingo, 26 de agosto de 2012


                Criatura de Dios, la luz aún se encuentra en ti. No estás sino soñando, y los ídolos son los juguetes con los que sueñas que juegas. ¿Quiénes, sino los niños, tienen necesidad de juguetes? Los niños juegan a gobernar el mundo, y le otorgan a sus juguetes el poder de moverse, hablar, pensar, sentir y comunicarse por ellos. Sin embargo, todo lo que los juguetes parecen hacer sólo tiene lugar en las mentes de aquellos que juegan con ellos. No obstante, ansían olvidarse de que ellos mismos son los autores del sueño en el que los juguetes son reales, y no quieren reconocer que los deseos de éstos son en realidad los suyos propios.

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                            Las pesadillas son sueños pueriles. En ellos los juguetes se han vuelto contra el niño que pensó haberles otorgado realidad. Mas ¿tiene acaso un sueño el poder de atacar? ¿O podría un juguete volverse enorme y peligroso, feroz y salvaje? Esto es lo que el niño cree, pues tiene miedo de sus pensamientos y se los atribuye a los juguetes. Y la realidad de éstos se convierte en la suya propia porque los juguetes parecen salvarlo de sus propios pensamientos. Sin embargo, los juguetes mantienen sus pensamientos vivos y reales, pero él los ve fuera de sí mismo, desde donde pueden volverse contra él puesto que los traicionó. El niño cree que necesita los juguetes para poder escapar de sus pensamientos porque cree que sus pensamientos son reales. Y así, convierte todo en un juguete para hacer que su mundo siga siendo algo externo a él, y pretender que él no es más que una parte de ese mundo.
T29.IX/6             Llega un momento en que la infancia debería dejarse atrás para siempre. No sigas aferrándote a los juguetes de la infancia. Deséchalos, pues ya no tienes necesidad de ellos. El sueño de juicios no es más que un juego de niños, en el que el niño se convierte en un padre poderoso, pero con la limitada sabiduría de un niño. Lo que le hiere es destruido; lo que le ayuda, bendecido. Excepto que juzga con el criterio de un niño que no sabe distinguir entre lo que le hace daño y lo que le sanaría. Cosas adversas parecen acontecerle, y tiene miedo del caos que ve en un mundo que cree gobernado por las leyes que él mismo promulgó. El mundo real, no obstante, no se ve afectado por el mundo que él cree real ni sus leyes han cambiado porque él no las entienda.

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