martes, 31 de enero de 2012

T31.VIII/5


Aprende, pues, el feliz hábito de responder a toda tentación de percibirle a ti mismo débil y afligido con estas palabras:
                     Soy tal como Dios me creó.
                     Su Hijo no puede sufrir.
                     Y yo Soy Su Hijo.
                     De este modo se invita a la fortaleza de Cristo a que impere y reemplace todas tus debilidades con la fuerza que procede de Dios, la cual es infalible. Y de este modo también, los milagros se vuelven algo tan natural como el miedo y la angustia parecían serlo antes de que se eligiese la santidad. Pues con esa elección desaparecen las distinciones falsas; las alternativas ilusorias se dejan de lado y no queda nada que interfiera en la verdad.

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