martes, 24 de abril de 2012

T13.III/6


                       Tienes que mirar de frente a tus ilusiones y no seguir ocultándolas, pues no descansan sobre sus propios cimientos. Aparenta ser así cuando están ocultas, y, por lo tanto, parecen ser autónomas. Ésta es la ilusión fundamental sobre la que descansan todas las demás. Pues debajo de ellas, y soterrada mientras las ilusiones se sigan ocultando, se encuentra la mente amorosa que creyó haberlas engendrado con ira. Y el dolor de esta mente es tan obvio cuando se pone al descubierto, que la necesidad que tiene de ser sanada es innegable. Todos los trucos y estratagemas que le ofreces no pueden sanarla, pues en eso radica la verdadera crucifixión del Hijo de Dios.

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