Tienes que mirar de frente a
tus ilusiones y no seguir ocultándolas, pues no descansan sobre sus propios
cimientos. Aparenta ser así cuando están ocultas, y, por lo tanto, parecen ser
autónomas. Ésta es la ilusión fundamental sobre la que descansan todas las
demás. Pues debajo de ellas, y soterrada mientras las ilusiones se sigan
ocultando, se encuentra la mente amorosa que creyó haberlas engendrado con ira.
Y el dolor de esta mente es tan obvio cuando se pone al descubierto, que la
necesidad que tiene de ser sanada es innegable. Todos los trucos y estratagemas
que le ofreces no pueden sanarla, pues en eso radica la verdadera crucifixión
del Hijo de Dios.
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