"El pecado oscila entre el dolor y el placer, y de
nuevo al dolor. Pues cualquiera de esos testigos es el mismo, y solo tienen un
mensaje: ‘Te encuentras dentro de este cuerpo, y se te puede hacer daño.
También puedes tener placer, pero el costo de este es el dolor’. A estos
testigos se unen muchos más. Cada uno de ellos parece diferente porque tiene un
nombre distinto, y así, parece responder a un sonido diferente. A excepción de
esto, los testigos del pecado son todos iguales. Llámale dolor al placer, y dolerá.
Llámale placer al dolor, y no sentirás el dolor que se oculta tras el placer.
Los testigos del pecado no hacen sino cambiar de un término a otro, según uno
de ellos ocupa el primer plano y el otro retrocede al segundo”. T-27.VI.2:1-9
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